Corría todo el tiempo, con su bata color caramelo, sus manos y rostro llenos de tinta con la estopa de limpieza entre los bolsillos de su vestimenta de trabajo, la sonrisa de oreja a oreja, el pelo desordenado con restos de la tinta de las maquinas de la rotativa impreso en el y una energía desbordante. Saludando al uno, chanceándose con el otro y preguntando por la actividad del día. Ese joven y talentoso y atractivo trabajador no era otro que Mauricio Gómez, recién llegado de los Estados Unidos dónde había estudiado Artes Gráficas para involucrarse en el funcionamiento del periódico de la familia “El Siglo“ después “Nuevo Siglo“ ubicado en la calle 16 con carrera 13 cercano al Liceo de Cundinamarca en el centro de la capital de la República. Como la oficina del patriarca de la familia el doctor Alvaro Gómez Hurtado, estaba ubicada estratégicamente en el corredor obligatorio para llegar a la redacción y por el cual obligatoriamente debíamos pasar periodistas consagrados y novatos como nosotros practicantes universitarios, hacíamos lo posible por evitarlo o atisbar para cuando el patrón estuviera ausente. Esta angustia se repetía todos los días, porque con su tono amable, cordial, el doctor Alvaro Gómez nos invitaba a entrar a su oficina a preguntarnos por lo escrito. La verdad con argumento de peso, propios de una persona sabia como él nos señalaba los errores y nos resaltaba los aciertos. Toda una lección de periodismo del bueno. Mauricio bueno como el pan, se gozaba el susto y aturdimiento de los principantes. Un buen día quizá conmovido al ver mis afanes y muerto de la risa me dijo “camine le muestro otra forma de llegar a su puesto de trabajo sin pasar por la oficina de papá“. Efectivamente tocaba darle toda la vuelta al recinto dónde estaba la rotativa, avanzar por detrás y por ahí llegar al anhelado escritorio. No siempre se podía pero se lo agradecí infinitamente. Lo volví a encontrar cuando dirigia “Noticiero 24 horas“ emitido desde las instalaciones de Inravisión en el Can y él afanosamente buscaba a Margarita Rosa de Francisco desaparecida del set de presentación a pocos minutos de salir al aire. Acudía a mi, locutora del Canal 9 de turno porque sabia dónde estaba. Hoy recuerdo al ser humano amable, sencillo, generoso, talentoso, cercano a la gente a quién jamás se le ocurrió decirle a nadie “Usted no sabe quien soy yo“. Buen viaje Mauricio. Inmposible borrar tu contribución al buen periodismo Colombiano. Te extrañaremos siempre.
