Cuando las personas parten hacia el más allá comienzan a aflorar los recuerdos escondidos en lo recóndito de la memoria. Hoy cuando muchos Colombianos lamentamos la ida del doctor Carlos Ardila Lulle, poderoso empresario del país, se escuchan muchas pero muchas palabras elogiosas de gente humilde, sencilla, trabajadora que recibieron su ayuda en momentos díficiles y desesperados. Cualquiera de sus trabajadores se lo puede repetir porque es absolutamente cierto. Sin embargo eso no impedía que se ocupara de algunas cosas más terrenales o, por lo menos preguntará por ellas. Sucedió en el año del Reinado Nacional de la Belleza en Cartagena, cuando la ciudad se inundó debido al crudo invierno especialmente las playas de Marbella y declararon las autoridades la emergencia en la región solicitando la cancelación del evento soberano. Obvio era un descalabro económico para la organización que no aceptaba razones para continuarlo. Finalmente en horas de la noche aterrizo en el Corralito de Piedra el empresario Santandereano quien con sus buenas relaciones logro superar el impasse y llegar a un acuerdo con la Alcaldía para seguir adelante. Al otro día en horas de la mañana en el mezzanine del Hotel Hilton dónde se encontraban todos los puesto de transmisión los pocos que estabamos allí trabajando vimos al doctor curioseando. Como siempre en su tono amable, cordial y sencillo nos preguntó: «Y como va la chinita de Santander, dónde está? le dijimos lo que creiamos a nuestro leal entender y contrapregunto: «Mija ella no es la hija de la señora xxxx que vive en xxxxx». Cara de sorpresa de los presentes. Prodigiosa memoria y genuino interés por enterarse por su paisana reina de belleza como cualquier ciudadano del común. Finalmente marcho al Salón de Santander dónde estaban todos los integrantes de la muestra comercial mostrándolos a los visitantes. Esos detalles tan humanos hacen inolvidable a don Carlos Ardila Lulle que hoy descansa en paz.
